entrega 4
Evans había tenido en definitiva un problema con los números. Por alguna razón, nunca había conseguido percibirse como un ser independiente. El "uno" parecía estarle prohibido. Desde su infancia en Orem, rodeada de siete hermanos y de sus prolíficos padres, hasta sus castos días universitarios en enormes dormitorios comunes, su vida fue un masivo e interminable desfile de gente. Al decidirse a ser madre, se impuso la unicidad.
Eduard no tuvo nada que objetar. Andaba muy ocupado en fortalecer su impresión de superioridad moral. Su noción de arrepentimiento se había traducido en ese periplo odioso que los llevó de la tierra de Joseph Smith hasta el lugar donde las cosas parecían haberse detenido.
Para la señora Evans, sin embargo, la distancia no había alejado el peso de lo política y moralmente correcto. Veintiocho años de su vida bajo los ojos de todos había sido suficiente. Llegar a este lugar, a este "ninguna parte" había aparecido como una tabla salvadora.
A pesar de aquello, un par de años de impecable performance se impusieron. Más tarde, el accidente de Eduard dejó el terreno abierto.
Eduard no tuvo nada que objetar. Andaba muy ocupado en fortalecer su impresión de superioridad moral. Su noción de arrepentimiento se había traducido en ese periplo odioso que los llevó de la tierra de Joseph Smith hasta el lugar donde las cosas parecían haberse detenido.
Para la señora Evans, sin embargo, la distancia no había alejado el peso de lo política y moralmente correcto. Veintiocho años de su vida bajo los ojos de todos había sido suficiente. Llegar a este lugar, a este "ninguna parte" había aparecido como una tabla salvadora.
A pesar de aquello, un par de años de impecable performance se impusieron. Más tarde, el accidente de Eduard dejó el terreno abierto.
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